por Gastón Laborido (gaston_laborido1@hotmail.com)
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El espacio geográfico y la fundación de Montevideo
El territorio denominado “Banda Oriental” o “de los charrúas”, si bien no estaba claramente delimitado, ocupaba una extensión mucho mayor de lo que hoy llamamos Uruguay. La Banda Oriental comprendía también territorios que pertenecen hoy a Brasil (en los actuales estados de Rio Grande del Sur y parte de Santa Catarina y Paraná). Geográficamente se trata de un territorio caracterizado por ser una llanura levemente ondulada. Su clima es templado y posee abundancia de recursos de agua y pasto. En ese ecosistema, el ganado se multiplicó en progresión geométrica. La introducción del ganado vacuno en el territorio de la Banda Oriental en 1611 y 1617, creó el incentivo económico que motivó la colonización y población del territorio.
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Banda Oriental. Imagen tomada de: http://www.josegervasioartigas.com/ban.html
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En el siglo XVII, los portugueses lograron establecerse en el territorio de la Banda Oriental. El gobernador de Rio de Janeiro, Manuel Lobo, realizó expediciones al Rio de la Plata y fundó en 1680 una población en su margen izquierda, denominada Colonia del Sacramento. Los portugueses siempre habían aspirado a ocupar estos territorios, debido a que eran ricos en pasturas y ganado, poseían buenos puertos naturales y ríos navegables que les permitían penetrar al centro de América donde se encontraban enormes riquezas.
La presencia de los portugueses en la Banda Oriental alarmó a las autoridades españolas en Buenos Aires. La única forma de impedir el avance portugués era fundando un fuerte que defendiera el territorio en nombre de España. Por otro lado, el gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zabala, tuvo noticias de que los portugueses intentaban ocupar la bahía de Montevideo en noviembre de 1723, a raíz del desembarco de soldados y civiles portugueses. En enero de 1724, retirados los portugueses, comienza el proceso fundacional de la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo. Bruno Mauricio de Zabala acampó en Montevideo y aprovechando la obra de los portugueses, dio cumplimiento a las reiteradas órdenes de su Rey para fortificar y poblar Montevideo.
Con familias procedentes de Buenos Aires y las Islas Canarias se construyó el núcleo de población de la ciudad. El proceso fundacional terminó en 1730 cuando se estableció el Cabildo de Montevideo. En 1749 fue declarada plaza fuerte a cargo de un gobernador militar. De esta manera se afianzó la dominación española en el territorio, pero todavía no se había podido desalojar a los portugueses de la Colonia, ganada varias veces por las armas de los españoles y perdida otras tantas por tratados diplomáticos que obtenía la habilidad portuguesa. La continuación de ese problema fue uno de los motivos que llevaron a la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, con el objetivo de frenar el expansionismo lusitano.
El Montevideo colonial y las actividades físicas y recreativas
La época colonial fue breve en comparación con la de otros territorios americanos como México y Perú. En esos territorios se implantó fuertes tradiciones políticas, económicas y religiosas en la naciente sociedad. En Montevideo el proceso no tuvo esas características, aunque la vida colonial dejó su legado en ciertos aspectos.
Los primeros fundadores de Montevideo fueron seis familias compuestas por treinta y cuatro personas traídas de Buenos Aires. Zabala trató de atraer por medio de franquicias, nuevos elementos a Montevideo, declarando a los pobladores y de sus legítimos descendientes “hijosdalgos de solar conocido”; asegurándoles el pasaje gratuito de sus personas y bienes, prometiendo a la repartición de privilegios y beneficios. Como obligación para obtener privilegios y donaciones de tierras, Zabala exigía una vecindad de cinco años consecutivos en Montevideo, al cabo de los cuales cada poblador sería propietario.
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Instaladas las primeras seis familias pobladoras en agosto de 1726, en noviembre del mismo año el Rey de España envió veinte familias canarias que sumaban noventa y seis personas, para aumentar la escasa población. A inicios de 1727 Montevideo contaba con algo más de cien personas. En marzo de 1729 arribó al puerto de Montevideo desde España Francisco de Alzáibar con tres barcos y treinta familias más. El 20 de diciembre de 1729 Zabala declara que “esta nueva población sea ciudad”.
Montevideo tuvo un escaso crecimiento poblacional, de acuerdo al padrón de 1805 levantado por Nicolás de Vedia, arrojaba un total de 9.359 habitantes para el casco de la ciudad.
Las casas montevideanas estaban en la época construidas de ladrillo con recubrimiento exterior de mortero, y blanqueadas; gruesos enrejados de hierro cubrían enteramente las ventanas, y prácticamente en cada calle había una pulpería. Los suburbios de extramuros estaban ya salpicados de numerosas viviendas. (Barrios Pintos, A., 1971, p. 6).
Como señala Gerardo Pérez (2020), “Montevideo nace como una ciudad para proteger la zona y, por tanto, va a ser parte de un circuito defensivo de las posesiones españolas” (p. 43). Por este motivo muchas de sus construcciones principales fueron pensadas y ejecutadas con el ese objetivo: defender. Esto explica también porque Montevideo fue una ciudad fortificada.
La vida cotidiana del Montevideo colonial se caracterizó por ser “una sociedad naciente en la que se convivía con la esclavitud, la amenaza permanente de ser invadidos o una coyuntura política que daba incertidumbre constante, así como varias oportunidades de ser algo distinto que una simple colonia” (Pérez, G., 2020, p. 47).
En el rubro del entretenimiento, podemos mencionar a los bailes del Recinto, en donde los domingos, los esclavos realizaban bailes que entretenían al resto de la sociedad. Ahí estará el origen del candombe y el término tango.
Otra de las actividades de entretenimiento se relaciona al nacimiento y actividad de la Casa de Comedias (1793), tratándose del primer teatro de la ciudad y que a cada tanto traía alguna obra de Buenos Aires.
Por otra parte, desde la fundación de Montevideo, los españoles residentes concurrían en el verano a las costas a bañarse. Luego del proceso independentista (1825-1830), los baños se institucionalizaron y pasaron a llamarse “Baños de los Padres”, existiendo, por un lado, zonas de baño exclusivo para mujeres y por otro lado para hombres (Gomensoro, A., 2015).
Desde el punto de vista de las actividades físicas y recreativas, en el Montevideo colonial existieron juegos o diversión pública. En el centro de la Ciudadela había canchas de bolos y un frontón, como expresión de un antiguo juego español. De acuerdo a Buzzetti y Gutiérrez Cortinas (1965), en el padrón de Montevideo de 1835, se señala la presencia de dos canchas de pelota con frontón en Montevideo, cuya presencia se registraba en el interior, junto a las pulperías y boliches, con sus clásicas canchas de bochas, que ya se conocían por 1780 o del juego de bolos, que se practicaba en baldíos, calles y plazas, donde entretenían sus ocios los jóvenes y los desocupados.
También se realizaban carreras de sortijas, carreras de embolsados, de antorchas, de velocidad dentro de alguna efeméride religiosa y como expresión colectiva la cinchada.
Por otro lado, parte de la diversión de la época colonial, se daba a partir de actividades como las corridas de toros. Por ejemplo, en el año que nació José Gervasio Artigas (1764), en celebración de Carlos III se realizaron corridas de Toros en la plaza Mayor (hoy plaza Zabala), adecuadamente envallada. Antes de la independencia del Uruguay se crearon plazas de toros en la Ciudad Vieja. Luego pasaron al Cordón y finalmente se construyó la llamada “Plaza de Toros de la Unión” en 1855.
La plaza de toros de 1776
Para reconstruir el cuadro de la ciudad y el diario vivir de sus habitantes, tomaremos como referencia al escritor, historiador, periodista, político y pedagogo uruguayo, Isidoro de María (1815-1906), quien en sus crónicas recogidas en Montevideo Antiguo nos pinta parte de esa realidad y notables descripciones de las corridas de toros.
La primera plaza de toros en Montevideo se construyó en el año 1776. Los españoles eran muy aficionados a los toros y se quiso utilizar ese divertimiento en beneficio de la compostura de las calles que carecían completamente de empedrado.
Con ese fin, en el año 1776 se construyó una Plaza de Toros en el gran despoblado que existía al oeste de la Ciudad entre el cuartel de Dragones y las casas conocidas por de Juan Soldado, a espaldas del que, 12 años después, fue el primitivo hospital de Caridad. (De María, I., 1957, p. 41).
Se dieron dos corridas, destinando su producto a la compostura de las calles intransitables. Los toros se introducían a la ciudad por el Portón del sur y el despoblado de esa parte. (De María, I., 1957, p. 41).
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Esa primera plaza de toros estaba ubicada en las actuales calles: Maciel (ex Santo Tomás), Sarandí (ex San Carlos), Guaraní (ex San José) y Washington, a la altura de la escollera Sarandí. El constructor fue un don Sancho, español, que hizo de picador en la cuadrilla de aficionados, y un Cosme de banderillero.
Los toros se lidiaban embolados, como para salvar el bulto de las astas. Cuatro capeadores, dos banderilleros y el picador componían la cuadrilla. Nada de primer y segundo espada. Era artículo que no había en plaza. El circo se llenaba de espectadores. Hombres y señoras concurrían con gran contento a la lidia. Las señoras usaban entonces vestido corto y medias de seda azul con cuchillas de plata a los lados, las pudientes, que por lo regular gustaban lucir, y allá iban con ellas a tomar asiento en las gradas de la Plaza de Toros. (De María, I., 1957, p. 41-42).
En su detallada crónica, Isidoro de María agrega que
Los banderilleros brindaban a los principales, y les llovían onzas de oro, o pesos fuertes, en cada suerte, de que participaban los compañeros. Una vez, uno de los banderilleros, que era un pardo, brindóle la suerte a una de las damas, pero como esta se hallase desprovista de dinero para corresponderle, se sacó una sortija y se la arrojó con gracia al picaruelo, lo que le valió un palmoteo, y que un galante que se hallaba a su inmediación la secundase en desprendimiento arrojando al afortunado lidiador algunas onzas de oro. (De María, I., 1957, p. 42).
En esta primera plaza de toros de 1776 se realizaron corridas durante cuatro años. También se dieron otras dos corridas de toros, a beneficio del Hospital de San José y la Caridad, destinando el dinero para el pago del terreno comprado. Las obras para la construcción del hospital se iniciaron en el año 1781 y finalizaron en 1788. La iniciativa del hospital fue de Mateo Vidal y la obra fue financiada en parte por Francisco Maciel, quienes pertenecían a la Hermandad de San José y la Caridad, que había sido fundada en 1775 por Vidal y por el rector de la Iglesia Matriz, Felipe Ortega y Esquivel, junto con otros vecinos. Según Isidoro de María, la función de toros alcanzó el monto de 236 pesos (p. 128).
Este citado escenario, construido totalmente en madera y de forma octogonal, subsistió hasta 1780. En 1789 se levantó otro recinto en la Plaza Matriz que duró hasta 1790. Más tarde en un circo levantado en la calle mercado se llegaron a celebrar hasta 122 espectáculos.
Referencias:
- BARRIOS PINTOS, Aníbal (1971). Los barrios (I). Montevideo: Nuestra Tierra.
- BRACCO, Diego (2006). Apuntes para la historia de la tauromaquia en Uruguay. En: Revista de Estudios taurinos; v. 1 (n° 22), Murcia (pp. 203-247).
- BUZZETTI, José y GUTIÉRREZ CORTINAS, Eduardo (1965). Historia del deporte en el Uruguay (1830-1900). Montevideo: Ed. De los autores.
- DE MARÍA, Isidoro (1957). Montevideo Antiguo. Tomo I. Montevideo: Biblioteca Artigas.
- GOMENSORO, Arnaldo (2015). Historia del Deporte, la Recreación y la Educación Física en Uruguay. Crónicas y relatos. Montevideo: IUACJ.
- PÉREZ, Gerardo (2020). Un barrio, mil historias. Montevideo en el pasado, presente y futuro. Montevideo: Aguilar.
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