por Gastón Laborido (gaston_laborido1@hotmail.com)
La inmigración en el Uruguay del siglo XIX
Entre 1825 y 1830 se generaron acontecimientos que dieron como resultado la formación del Estado Oriental independiente. Los sucesos transcurren desde la formación de un Gobierno Provisorio en Florida y que tendrá como episodio relevante la Convención Preliminar de Paz, celebrada en 1828 entre delegados del Imperio del Brasil, de las Provincias Unidas y de Inglaterra, bajo la mediación del Lord John Ponsonby. Los resultados de esta Convención fueron ratificados el 4 de octubre de 1828.
La situación del naciente Estado Oriental era crítica, luego de varios años de revolución y lucha por la independencia (1810-1830). Presentaba un atraso económico caracterizado por la monoproducción ganadera con un sistema de explotación arcaica. A esto, le sucedió la Guerra Grande (1839-1852), que involucró las tendencias políticas del Uruguay y la Confederación Argentina (blancos y colorados: federales y unitarios), el Imperio del Brasil y las potencias industriales en expansión como Inglaterra y Francia. Luego de la Guerra Grande, es que se roturaron tierras. En cuanto al sistema de propiedad, en el medio rural predominó, hasta el día de hoy, el latifundio. En consecuencia, surge un antagonismo entre el campo y la ciudad como núcleos opuestos.
En los primeros años de vida independiente del país la población y su densidad eran escasas. Los historiadores estiman que en 1830 había 74.000 habitantes, de los cuales 14.000 estaban en Montevideo (20%) y 60.000 (80%) en los veinticuatro poblados entonces existentes en el resto del país (Castellanos, A., 2011). Por otro lado, la densidad de población era de 0,4 habitantes por km2.
Esa problemática se fue superando paulatinamente en la segunda parte del siglo XIX, producto de transformaciones decisivas que comenzaron durante el período 1830-1860, en el cual la población se duplicó como resultado de la llegada de miles de inmigrantes, destacándose los de origen europeo. El grueso de los inmigrantes llegó desde Europa y desde diferentes regiones del área cultural latina: canarios, vascos, gallegos, catalanes, piamonteses, calabreses, sicilianos, bearneses y bretones. También llegaron ingleses, escoceses, irlandeses, suizos, alemanes, austrohúngaros, eslavos. Desde el sur del Brasil se trasladaron también nuevos pobladores, en una invasión pacífica que caracterizó la presencia lusitana en el país.
La población de Europa en el siglo XIX tuvo una expansión notoria. No se trato tanto de una tasa de natalidad más elevada sino de un abatimiento de los índices de mortalidad, debido a mejoras sanitarias y alimenticias además de una sostenida natalidad rural. Esta «revolución demográfica» llevó a una escasez de espacios libres. Las olas migratorias consecuencia principalmente del crecimiento acelerado de la población se vieron estimuladas también por diversos factores generales; la expansión industrial y comercial, la presión demográfica, las perturbaciones agrícolas derivadas de las cosechas, la disminución de industrias artesanales y del número de trabajadores domiciliarios, el aumento de los mercados para las materias primas de ultramar, los progresos en la navegación favorecieron los desplazamientos transoceánicos. En el caso de la Banda Oriental y, por ende particularmente de Montevideo, no existía una significativa presencia indígena poseedora de una poderosa cultura y el proceso de afincamiento de los inmigrantes se simplificó. En los hechos se importó la cultura ibérica con los primeros pobladores. Esto sería la base ante los diferentes aportes provenientes del torrente inmigratorio. (Luzuriaga, J.C., 2010, p. 1004)
Dentro de los flujos migratorios se puede distinguir varias oleadas. De acuerdo al historiador uruguayo Oscar Mourat (citado en N. Duffau y R. Pollero, 2016), la primera de ellas comprende el período 1830-1850 aproximadamente, en el cual, se movilizó entre 40.000 y 45.000 inmigrantes aproximadamente. Hacia 1835 arribaron canarios, vascongados, navarros y gallegos, pero a partir de 1837 en su mayoría los inmigrantes eran de origen francés. La inmigración francesa así como la italiana se acentuó a partir de 1838, con el bloqueo marítimo a Buenos Aires (N. Duffau y R. Pollero, 2016).
Hacia 1840 (a comienzos de la Guerra Grande) la población del país fue estimada en 140.000 habitantes, de los cuales cerca de 40.000 en Montevideo (Barrán, J.P., 2011). Como señalan N. Duffau y R Pollero (2016) “Los inmigrantes llegaban como recurso para solucionar el grave problema de la reducción de oferta de mano de obra a la que se enfrentaba el nuevo Estado (…)” (p. 216).
Al finalizar la Guerra Grande en 1852, las consecuencias fueron perjudiciales para el desarrollo económico y social del país. El gobierno del presidente Juan Francisco Giró en 1852 resolvió hacer el Primer Censo Nacional, en el cual se constató que la población había descendido a 132.000 y la de Montevideo a 34.000. La población descendió producto de la Guerra, de la huida de orientales a regiones fronterizas y también porque una porción grande de los inmigrantes europeos emigraron. Esto acentuó la escases de mano de obra y dificultó la recuperación ganadera y saladeril.
De esta manera, finalizada la Guerra Grande comenzaba la segunda oleada de inmigración, que ocurrió entre 1850 y 1860, involucrando a unas 70.000 – 75.000 personas, esta vez con mayoría de italianos, seguidos por españoles, que conformaron el grueso aporte europeo. Estos grupos se establecieron mayormente en la capital y sobre todo los italianos y canarios se abocaron al trabajo de chacra.
(…) El largo período bélico habría tenido su costo en vidas y en pérdida de hábitos de trabajo de algunos sectores de la población; a ello se sumaba, como lo señalamos oportunamente, la disminución de la mano de obra esclava con la prohibición del tráfico y finalmente la abolición de la esclavitud. Las autoridades decidieron fomentar la inmigración europea, aceptando propuestas de colonización presentadas por contratistas privados. Los introductores estaban autorizados por el Estado a costear el pasaje y contratar a inmigrantes europeos pobres, quienes venían al país a realizar un trabajo remunerado que no siempre colmaba sus expectativas, que se generaron vínculos de dependencia muy estrechos y situaciones que rozaban la explotación. (N. Duffau y R. Pollero, 2016, p. 216).
La institución que impulsó el fomento y la protección de los inmigrantes, fue creada a fines de 1865, “(…) e inició una activa propaganda en puertos y ciudades mediterráneas para atraer trabajadores (…)” (N. Duffau y R. Pollero, 2016, p. 217). En esa década, se estableció una colonia agrícola suiza y hacia 1870 se consolidó colonia valdense. También arribaron inmigrantes muy pobres del sur de Italia, configurando la oleada mayoritaria en relación a los otros contingentes inmigratorios.
Un tercer momento clave dentro del proceso de inmigraciones europeas al Uruguay en el siglo XIX, corresponde al período posterior a 1880, en el cual los inmigrantes se radicaron mayoritariamente en el medio urbano y particularmente en la capital del país. Para esa época se estima que el Uruguay tenía una población de 700.000 habitantes, de los cuales casi la mitad eran extranjeros. Aquí llegaron nuevamente italianos del sur, que trabajaron en tareas de agricultura en las periferias de la capital, mientras que otros se convirtieron en artesanos o en trabajadores urbanos. También en esos años, ingresaron al país franceses y españoles (que se desempeñaron mayormente en tareas de servicios).
El deporte en las colectividades extranjeras
La llegada de inmigrantes europeos entre 1830 y 1850, provocó cambios importantes para el Uruguay en diferentes esferas. Por un lado, creció el tráfico marítimo en el puerto de Montevideo y el comercio exterior se acentuó. En este sentido, el aporte de los inmigrantes europeos fue fundamental para el desarrollo económico del país. Por otro lado, la afluencia creciente de inmigrantes y la formación de las colectividades extranjeras fueron muy importantes para el desarrollo deportivo en el Uruguay, aunque aquellas primeras manifestaciones se caracterizaban por su vaguedad e imprecisión. Fue un fenómeno esencialmente urbano y se destacaron en el período las colectividades inglesa, francesa, suiza, española e italiana. Las primeras manifestaciones se dieron alrededor de la pelota de mano y el cricket.
El deporte en este período se reduce al interior de las colonias de extranjeros residentes en Montevideo y en algunas localidades del interior donde iba llegando el ferrocarril y se radicaban empresas de estos forasteros. Este proceso consistió esencialmente en la fundación de clubes deportivos. Éstos, de carácter eminentemente democráticos –a imagen y semejanza de sus originarios de Inglaterra- fueron dirigidos en este período por los propios deportistas (…) (Gomensoro, A., 2015, p. 10)
En ese sentido, de acuerdo a J. Buzzetti y E. Gutiérrez Cortinas (1965) “cada sector extranjero conservó fielmente su modalidad deportiva, sin mezclarse entre ellos, sin intervención de los criollos” (p. 20). Con el correr del tiempo, se fueron acercando progresivamente algunos integrantes del patriciado oriental. En consecuencia, en esta etapa inicial, los clubes y sociedades deportivas que fundaron los inmigrantes se caracterizaron por ser totalmente independientes del Estado, que permaneció ajeno a este nuevo fenómeno social.
En el Uruguay, la práctica de los deportes modernos surgió naturalmente en la colectividad británica. El deporte llegó a Montevideo en el siglo XIX, cuando los ingleses lo introdujeron en el Río de la Plata y en otras partes del mundo, de la mano del ferrocarril, intercambios con la marinería y de la acción de los colegios ingleses. Como señala J. C. Luzuriaga (2009), su difusión en la sociedad uruguaya siguió la misma lógica que en Gran Bretaña y en otros países, pasando de las elites al resto de la población en forma de cascada. De esta manera, los ingleses practicaron diversos deportes en Montevideo, destacándose el cricket, remo, rugby, fútbol, atletismo, natación, waterpolo.
Los italianos jugaban a las bochas, esgrima y el pallone. El pallone era un juego o deporte romano, era como un juego de pelota ante un frontón y después fue en un campo abierto. Se practicó con equipos de 4 jugadores portando un bate (similar al cricket).
Los vascos jugaban a la pelota de mano. Algunos consideran que los partidos de pelota vasca, fueron una de las primeras manifestaciones deportivas en el país y en América, que movilizó a mucha gente. En el Uruguay, la primera modalidad de juego de pelota fue sin pared, hacia 1830; más tarde adoptó la pala y cesta.
Los franceses introdujeron la gimnasia, los suizos el tiro federal, los ingleses el cricket, rugby y fútbol.
Por otra parte, la presencia de extranjeros determinó también la enseñanza de deportes. Los italianos y franceses practicaban y competían en esgrima y gimnasia. En consecuencia, aparecieron los “maestros de gimnasia, tiro y esgrima”.
El surgimiento de los clubes deportivos y su matriz británica
Entre 1830 y 1855 se encuentran las bases del desarrollo deportivo en el Uruguay. Lo más importante en este período, fue la fundación del primer club: el Victoria Cricket Club, fundando por los ingleses, que llevaban el espíritu del deporte, en octubre de 1842. La institución tuvo entre sus concurrentes asociados a la zona de su creación, Pueblo Victoria (próximo al Paso Molino), próximo al saladero del inglés Samuel Lafone, quien fue uno de los impulsores del club. El nombre fue en honor a la reina de Inglaterra, aunque algunas versiones plantean que se debe a la localidad donde realizaban la actividad.
Los concurrentes realizaban todos los jueves los “Días de Sport” a través de prácticas y partidos de Cricket, deporte más popular en Inglaterra en esa época. Allí estuvo el primer campo de deportes del Uruguay, por esto es que se considera que fueron los ingleses quienes introdujeron el deporte en el Uruguay. Mientras tanto, en Argentina, comienza un proceso similar al Uruguay, caracterizado por la fundación inglesa de clubes a lo largo del siglo XIX.
El club tuvo una breve historia, ya que desapareció como consecuencia del sitio a Montevideo establecido por las fuerzas del Partido Blanco (con apoyo argentino) encabezadas por el Brigadier Oribe y que se prolongó durante toda la Guerra Grande, hasta 1851. Esto implicó, que los ingleses no pudieran salir más de los muros de la ciudad.
Referencias:
- BARRÁN, José Pedro (2011). Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillesco. 1839-1875. Historia Uruguaya. Tomo 6. Montevideo: Banda Oriental.
- BUZZETTI, José y GUTIÉRREZ CORTINAS, Eduardo (1965). Historia del deporte en el Uruguay (1830-1900). Montevideo: Ed. De los autores.
- CASTELLANOS, Alfredo (2011). La Cisplatina, la Independencia y la República caudillesca. Historia Uruguaya. Tomo 5. Montevideo: Banda Oriental.
- DUFFAU, Nicolás y POLLERO, Raquel (2016). Población y sociedad. En: G. Caetano (Dir.) y A. Frega (Coord.), Revolución, Independencia y construcción del Estado (pp. 175-221). Montevideo: Planeta.
- GOMENSORO, Arnaldo (2015). Historia del Deporte, la Recreación y la Educación Física en Uruguay. Crónicas y relatos. Montevideo: IUACJ.
- LABORIDO, Gastón (2018). Origen de las actividades físicas, recreativas y deportivas en Montevideo. En: NEXO Sport (n° 429), dic. 2018, Montevideo (pp. 20-23).
- LUZURIAGA, Juan Carlos (2009). El football del novecientos. Orígenes y desarrollo del fútbol en el Uruguay (1875-1915). Montevideo: Santillana.
- LUZURIAGA, Juan Carlos (2010). Los procesos inmigratorios en el Uruguay del Siglo XIX: visión de conjunto. XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles: congreso internacional, set. 2010, Santiago de Compostela, España, pp. 1002-1018.
- PI HUGARTE, Renzo y VIDART, Daniel (1969). El legado de los inmigrantes (II). Montevideo: Nuestra Tierra.
- REISCH, Matilde (2012). Movimiento clubista y desarrollo deportivo en el Uruguay. En: Cuadernos de Historia 8, Montevideo: Biblioteca Nacional (pp. 19-33).
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